El Tren Maya, la megaobra insignia del gobierno de México, arrancó su primer año de operaciones con números que dejan más dudas que aplausos.
De acuerdo con datos oficiales, este ambicioso proyecto reportó una pérdida de 2 mil 561 millones de pesos en 2024. Sí, leíste bien. Y eso que apenas va empezando.
Mientras se nos vendía como “el motor del turismo en el sureste” y “una obra histórica para México”, los números parecen contar otra historia.
Al parecer, los vagones van llenos de problemas y las estaciones se paran en pérdidas millonarias.
Desde su inauguración, el Tren Maya ha enfrentado retrasos, sobrecostos y una operación intermitente que, lejos de convertirse en el imán turístico prometido, ha dejado más asientos vacíos que ocupados.
Con una inversión que supera los 500 mil millones de pesos, y pérdidas por más de 2 mil 500 millones solo en su primer año, las preguntas incómodas no se han hecho esperar:
¿Vale la pena mantenerlo rodando?, ¿será rentable algún día? o ¿seguirá siendo un lujo que pagamos todos, pero usan pocos?
El problema no es solo financiero, sino de percepción.
Para muchos mexicanos, el Tren Maya parece más un tren fantasma que recorre estaciones desiertas y consume dinero público sin freno.
La operación a medias, los altos costos de mantenimiento y una demanda turística que no ha cumplido las expectativas, hacen pensar que este “tren del bienestar” se nos está yendo directo al barranco.
Y mientras la cifra de pérdidas crece, el gobierno insiste en que es una inversión a largo plazo. Pero a este ritmo, parece que el futuro nos va a salir más caro que el boleto en primera clase.
